Discurso íntegro de Dª Gloria de la Fuente Romero

Buenas tardes a todos

Siendo sincera no tenía ni idea de cómo empezar este difícil discurso, pues Fernando ha sido una persona que nos ha marcado mucho a todos en uno de los años más difíciles y más duros de la etapa estudiantil, primero de bachillerato. A muchos nos ha visto crecer desde que entramos al centro, y se nos hace muy difícil pensar en que ya no esté aquí merodeando por los pasillos. Sé que va a ser difícil leer esto, aun así, para nada he podido expresar aquí todo lo que me hubiese gustado decir.

Este discurso es de parte de los alumnos de 2º de bachillerato y vamos a hablar sobre todo de Fernando como profesor, porque todos los que estamos aquí ya sabemos quién era, donde vivía y quienes eran su familia y amigos, además nos parece un punto bastante diferente contaros a todos vosotros como vivíamos nosotros el día a día con él, e incluso podemos reírnos juntos recordando todos los momentos que os vamos a contar.

Como he dicho vamos a tocar la parte personal dentro del ámbito laboral de su vida, pero sobre todo basándonos en estos últimos años, que son los que hemos compartido con él.

Os ponemos en contexto: una clase de chicos que empezaban 1º de bachillerato de ciencias de la salud llega hace 1 año y algunos meses al Santos Isasa y se topa con Fernando Marín como su profesor de química. Estaba claro que los que habíamos estado en este instituto en años anteriores ya sabíamos casi al 100 × 100 que Fernando iba a ser nuestro profesor de química, y por lo que nos habían dicho nuestros amigos de otros cursos iban a ser unos años con curvas.

Efectivamente, Fernando nos propuso el primer día su forma de desarrollar la asignatura, y aunque en un principio pensábamos que nos íbamos a morir, todo fue saliendo bastante bien.

La mayoría de las personas que estábamos en esa clase ya conocíamos a Fernando, pues era imposible atravesar un pasillo sin que te lo encontrarás y te hiciese 20 preguntas a modo de interrogatorio, como ¿A dónde vas? O ¿De dónde vienes? Siempre estaba pendiente de todo, literalmente.

Fernando como maestro era… a ver cómo lo decimos… insistente y algo cabezota. Siempre tenía mil manías y durante todo el curso pudimos darnos cuenta de muchas de ellas, que las vamos a compartir con vosotros. 

Nuestras clases siempre empezaban de la misma manera, abrir Moodle, porque si, era el único maestro en usar dicha plataforma; pasar lista, abrir los mil archivos que tenía preparados y por supuesto sacar su tableta digital (en un principio robada a su hija).

Una vez hecho todo esto siempre teníamos que lidiar con los problemas de tecnología; pero no dudéis que sí era un tema electrónico lo resolvía con golpes o chupando los polos de la pila. 

Siempre proyectaba el libro digital en la pizarra, para que viésemos lo subrayado, pero en realidad todo estaba subrayado siempre, así que ni yo ni nadie entendimos jamás el sentido de esto. Pasaron tantas cosas con la tecnología a lo largo del curso que al final no nos quedaba otra opción que reírnos: se oían golpes en el micrófono, el ruido de un helicóptero de fondo, cuando hablábamos por el micro estando en casa nadie nos escuchaba, no nos dejaba utilizar el chat porque siempre lo tenía desactivado, incluso los primeros días activaba la cámara, cosa graciosa porque solo veíamos una pared cuando él se levantaba a explicar. El día que nos tocaba en casa nos dedicábamos básicamente a hacer capturas o grabaciones de pantalla de momentos graciosos para reírnos luego.

También tuvo alguna que otra cagada, como el día en el que le sacó punta al lápiz digital, venir sin peinar, con la camisa desabrochada en algún botón o dejarse atrás alguno de los 1000 cables que utilizaba para conectar la pizarra. Siguiendo con su forma de ser y manteniendo su esencia, siempre mandaba 1000 correos a veces tan largos que nadie podía leer del tirón.

Pensando un poco en el pasado, sí ahora mismo me preguntáis por algo característico de una hora de química yo creo que me quedaría con la calibración de la pizarra. Calibraba la pizarra tantas veces a lo largo de una hora que hasta perdíamos la cuenta.

Cuando llegó el momento de poner las notas finales sus manías seguían vigentes. Jamás se me va olvidar las caras que pusimos cuando nos abrió un pedazo de archivo con muchísimos porcentajes para que cada uno calculase su nota, pero como os imaginaréis al final lo más fácil fue confiar en la nota que él nos decía porque hacer esas cuentas con una Casio era literalmente misión imposible.

No todo lo que os vamos a contar es gracioso, también hay cosas algo más serias. Era de valorar su actitud en el centro, estaba súper implicado en este instituto, nunca tenías que dudar que si necesitabas algo y él te lo podía dar siempre te iba ayudar, se preocupaba más de nuestra media que nosotros mismos, y como él decía, un punto en mi asignatura es una décima de la media de bachillerato. Esta frase se la tomaba como el pie de la letra, y hasta el último día estuvo detrás nuestra para que nos presentásemos a subir nota.

Ese fue el último examen que la mayoría de nosotros hizo con Fernando, y aunque nunca pudimos decirle nada ni saber la nota porque era para recuperar o subir nota; se portó de 10. Imaginaos llegar y que el examen fuese una mezcla de ejercicios de todos los exámenes hechos a lo largo del curso, fue un regalo.

Compartimos muchas horas lo largo del curso en las que pudo conocernos demasiado bien. Me acuerdo perfectamente de que estábamos sentadas Loles, Maribel, Marta, Nuria, Ángeles y yo muy cerca en la clase y somos súper ansiosas, siempre nos poníamos muy nerviosas para los exámenes y lo sacábamos de quicio. Entraba por la puerta y ya con mirarnos sabía que le íbamos a dar la semana.

Si el grupo estaba nervioso por un examen era nuestra culpa, porque decía que revolucionábamos a la clase entera, siempre le pedíamos ir al servicio 10 minutos antes del examen y teníamos un montón de manías con los bolis, los colores, los folios, etc.

Aunque durante todo el curso se hartó de nuestras múltiples manías, cuando llegó junio se reía con nosotras e incluso se lo tomaba a risa.

Aun así, recuerdo perfectamente que en el primer trimestre no había día que después de un examen no se quejase al profesor de la hora de después de lo agobiadas que íbamos siempre. Lo oíamos venir rechistando por él pasillo con los exámenes en la mano y nos partíamos de la risa porque siempre venía hablando de nosotras.

También nos hizo pasar malos momentos, como el de fechar exámenes, no os creáis que todo es bueno en un primero de bachillerato semipresencial. Era un caos porque él ya venía con sus fechas puestas y nosotros no teníamos ni idea de qué examen íbamos a tener en mayo como para fecharlo con cinco meses de antelación. Además, se sumaba el problema de que la mitad de la clase venía unos días y la otra mitad venía otros, por lo que era un caos.

Cuando teníamos exámenes también había otro momento súper gracioso, y es que Fernando se quedaba haciendo cosas con el ordenador, pero nosotros no parábamos de interrumpir para preguntar dudas, y cuando quedaban 20 minutos para que se acabara el examen ya lo habíamos puesto de los nervios.

Como Alejandro le preguntara más dudas de la cuenta empezaba decir que nos estaba haciendo el examen para todos y que la nota se la iba a poner el mismo a modo de autoevaluación, y sí le preguntabas algo que fuese muy concreto intentaba mirar para otro lado para no decir la solución de forma tan descarada, aunque no nos engañaba y siempre acababa cayendo en nuestro juego.

Teníamos clase casi todos los días y a veces se nos hacía las horas eternas por qué no podíamos ni charlar ni tontear con los compañeros, pues éramos pocos.

Los primeros meses del curso hasta Fernando nos criticaba porque éramos una clase muy monótona que no participaba, pero nos lo tomamos al pie de la letra y cuando volvimos en enero nos dedicamos a charlar y hacer juegos, torres de subrayadores, lanzamiento de bolis, y algunos juegos más.

A lo mejor mientras él se daba la vuelta nos tirábamos un boli Bic de unos a otros y aunque varias veces se nos coló por debajo de su mesa nunca se dio cuenta, en realidad yo creo que se daba cuenta, pero le dábamos un poco de pena sobre todo si eran las últimas horas.

A veces estaba tan desesperado de nosotros que, aunque estuviésemos charlando de lo que íbamos a comer ese día seguía dando clase como si nada. Eso sí, si nos pasábamos ya demasiado con la charla empezaba a decir lo típico de: ¿me siguen señores?

Con esto de charlar y jugar tampoco quiero que os penséis que éramos malísimos, porque éramos unos alumnos ejemplares y seguro que él también lo pensaba, aunque si le preguntabas algún día después de un examen o en una clase de las de última hora a lo mejor discrepaba con eso de <ejemplares>

Sinceramente creo que a todos nosotros se nos rompió algo el día que nos dijeron lo que había pasado. Era imposible de creer y no podíamos imaginar el centro sin él, o una clase de química con otro profesor. Está claro que las notas y el asunto de la química de segundo de bachillerato quedaban a un segundo plano; pero para muchos de nosotros fue inevitable tirarnos todo el verano un poco preocupados, los años de bachillerato son años muy difíciles, y para nosotros era una tranquilidad saber que la asignatura de química estaba superada como quien dice, porque Fernando estaba muy volcado siempre, y al fin y al cabo compartiendo tantas horas acabas cogiéndole mucho cariño.

Cuando llegamos en septiembre, sobre todo en las primeras semanas, todos nosotros teníamos una actitud bastante rara ante la asignatura porque estábamos acostumbrados a hacerlo todo tan metódico y todo tan cuadriculado de una forma concreta, que al final nos resultaba hasta raro saltarnos toda esa rutina de 15 minutos o hacer algún tipo de problema por un método distinto.

Es verdad que como somos unos alumnos geniales (como todos nuestros maestros saben) rápido nos adaptamos a la forma de dar clase de Olga, pero era como un poco nostálgico llegar y que él no estuviese dando química o por ahí vigilando los pasillos.

Está claro que cada maestro tiene una forma de impartir la asignatura diferente, pero sobre todo durante el primer mes se nos hacía muy raro, porque teníamos muchísimos sentimientos encontrados y era una sensación extraña, como una especie de rechazo a cualquier cosa nueva, simplemente queríamos nuestra clase de siempre, con nuestro método de siempre y con nuestro profesor de confianza.

La verdad es que ahora pensando en septiembre incluso me da pena nuestra actitud, aunque creo que fue inevitable sobre todo para los que compartíamos con él tantos años.

La verdad es que todos nos acordamos muchísimo de él, y no hay día en el que no nos acordemos de cualquier pego súper gracioso.

A lo mejor estamos en mates y Alfonso usa alguna frase típica suya como esa de <no os compliquéis el partido>, porque éramos muy atravesados a veces y para resolver un problema siempre elegíamos la vía difícil.

También es muy raro subir al despacho y ver a otra persona en su mesa o no verlo por los pasillos. Al fin y al cabo, no queda otra, pero es inevitable sentir nostalgia y pena.

Antes de acabar me gustaría decir que espero que os lo hayáis tomado con un poco de humor, hemos intentado recordar todos los buenos momentos y sobre todo lo más graciosos que nos hizo pasar para hacerlo lo más ameno posible, porque seguro que a él le hubiese encantado vernos a todos riéndonos de esas manías y recordándolo con alegría.

Muchísimas gracias a todos por escucharme, ojalá él también lo haya hecho.

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